lunes, 14 de septiembre de 2009

Cada cierto tiempo saltan a los medios de comunicación el problema de botellón y se ven y escuchan todo tipo de versiones a favor y en contra de estos macro-encuentros.
En estas situaciones y para intentar entender el porque de esta situación, hay que realizar un ejercicio de empatía, y lo primero que se me ocurre es pensar en la edad de los que participantes (en mi caso pensare en menores de edad), las ganas de divertirse, de solicializar (nosotras decíamos de ligar), el poco dinero con el que contábamos (que parece ser que en la actualidad, no van por ahí los tiros, pues era impensable que nosotr@s dejáramos botellas llenas o medio llenas... esas nos las llevabamos para la siguiente vez).
Conozco todo tipo de estrategias que algunos padres y madres han realizado, con mayor o menor éxito. Desde luego no es lo mismo en una localidad pequeña que en una gran capital, y no es lo mismo “en fiestas”, que por rutina.
Es cierto que ya es casi unánime la opinión en todos los medios de comunicación de cargar tintas sobre la educación de estos ciudadanos y en sus familias. Y muy a pesar mío tendré que reconocer que a día de hoy lo que más mella hace en la unidad familiar, es cuando en una sanción a un menor se involucra a los padres.
En Teruel conozco en Utrillas el programa “Lazarillo” y algo parecido en Andorra, donde los trabajos “por el bien social” aplicados a los hijos como sanción a los que también tienen que colaborar los padres, es un punto de reinicio educativo a tener en cuenta.
Como decía Libertad (amiguita de Mafalda), una pulga no puede picar a una locomotora, pero puede llenar de ronchas al maquinista.

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