viernes, 27 de marzo de 2009

Ya lo decía Quevedo… pues amarga la verdad quiero echarla de la boca y si al alma su hiel toca, esconderla es necedad… Y yo no puedo por más que intentar explicar como madre y mujer lo que supone, a mi entender, ampliar la ley “del aborto” a la edad de 16 años.
Pues me lo planteo como persona que quiere hasta a la hoja que se mueve. Se que hay quien piensa que es un fracaso como padres el que una hija con esa edad, lo primero se embarace y lo segundo lo aborte. Pero como dicen en mi casa, de todo tiene que haber en la viña del señor.
Hay voces que dicen que para otras cosas necesitan permiso paterno, pues que yo sepa esas mismas chicas no lo han pedido para tener relaciones. No cargaré tintas en hablar sobre si en su casa han hablado estos temas, de que tan importante es querer como ser querido, de que si en el centro escolar en el que se educó trataron temas de educación sexual, de si era conocedora de los medios que existen hoy en día para evitar embarazos no deseados. Pues ya sabemos que malas bestias siempre se pueden cruzar en el camino de una y arruinarte la vida.
Pero no consiste en echar la culpa a alguien, no consiste en justificar los actos.
Consiste en que si en algún momento hay alguien que decide interrumpir el proceso, lo pueda hacer con todas las medidas sanitarias necesarias, sin añadir además el peligro de muerte en la mesa de operaciones, porque se ha visto abocada a hacerlo en un antro.
Tenemos derecho y obligación de educar en este, como en el resto de cuestiones, y creo que es un craso error esconder la cabeza cual avestruz, pues por ello no va a haber más personas que hagan uso de esta ley, pero las que sean usuarias, no corran peligro sanitario.

No hay comentarios: