jueves, 7 de agosto de 2008

MAL DADAS

Cuando vienen épocas como nos tocan vivir ahora, en mi casa las llaman mal dadas, y parece que siempre hay alguien que busca un chivo expiatorio.

Ahora que ya no hay tantos kilómetros que construir de carreteras o autovías, que ya hay muchos kilómetros cambiados en las vías ferroviarias (llámese AVE o tren de alta velocidad o velocidad alta) o viviendas construidas, más de las que se pueden vender…
Ahora la culpa del paro la tienen los inmigrantes… pues digo yo, si ellos no hubieran venido, ni España ni ninguna de sus Comunidades hubiera podido crecer ni mejorar en calidad de vida, ni tampoco hubiera crecido la economía (para mantener pensiones, aumentos de sueldos mínimos, sanidad…) ni se hubieran podido mantener colegios en las zonas rurales, ni atender a domicilio a personas dependientes, ni aumentar la sociedad de consumo, ni muchas cosas de las que hemos disfrutado.

Esa plaza (digo el de ser culpabilizada) la ocupo en su día la mujer, porque estaba “invadiendo” puestos de trabajo, sin preocuparse los instigadores de estas ideas, en pensar quien esta mejor preparado, calidad del servicio, cualificación, etc. etc. etc.

En fin, hay un proverbio que dice: Cuando fuiste martillo no tuviste clemencia, ahora que eres yunque, ten paciencia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cualquier herramienta tiene un coste de compra que antes o después se amortiza, porque nos ayuda a aumentar los beneficios de una empresa: se produce más, mejor y en menos tiempo. Llega la crisis y esas herramientas puede que durante un tiempo no sean necesarias sin que esto suponga un gasto grande por almacenarlas y mantenerlas en perfecto uso para cuando sean necesarias.
El problema surge cuando esas “herramientas” son la mano de obra. Personas con derechos y necesidades aunque se les haya utilizado como “herramientas”. Su mantenimiento cuando no son necesarias es infinitamente mayor, pero eso nadie parece tenerlo en cuenta cuando con su trabajo creaban riqueza para el país y sus habitantes.
La mala costumbre, de tener que vivir dignamente, que tienen las personas que ahora no tienen trabajo.